Siempre volvemos al origen.

Reflección.

Inconscientemente depositamos la responsabilidad de nuestra propia felicidad en otras personas. Cuando en realidad ese deber tiene que recaer en nosotros mismos. Ahí parece más pesado, más avasallante. Algo muy grande que no sabemos si nos van a alcanzar las manos para sostenerlo. Pero uno tiene que tener la confianza suficiente, el autoconocimiento, y por sobre todas las cosas,  las ganas de verse felíz gracias a uno mismo. Es uno de los sentimientos más gratificantes, y la confianza más fuerte. La certeza y la seguridad de poder confiar en nosotros.
Si todos se tomaran enserio el ser dueños de su felicidad, no habría nadie que nos frene y tendríamos muchas más cosas buenas para dar.

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